domingo, 7 de noviembre de 2010

Cae una gota, va la segunda, cae la tercera y se prepara la cuarta para desplazarse por esa hoja de parra que entra por la ventana. En la mesa de luz hay un libro de García Marquez a medio leer, una cama deshecha. La habitación está a oscuras y el señor sol está naranja apunto de abandonar el escenario y dejárselo a la redonda luna, y mientra el sol se va y la redonda entra en acción las gotas siguen cayendo de aquella parra mojada. La abuela Blanca toma unos mates lavados de bajo del árbol, con la piernas sobre la banqueta por que hoy el dolor la mata. Bajo el árbol la abuela Blanca recuerda su niñez en la linda Andalucía, donde el cielo era naranja mientras ella corría por las colinas llenas de gitanos cantando a la vida, y mientras sus ojos se llenan de añoranza los minutos siguen pasando, y de repente la casa se llena de personas no extrañas, conocidas , reunidas para festejar el aniversario del día en el cual una niña llamada Blanca nación en suelo español sin saber que iba a terminar en tierras desconocidas, creando una familia lejos de casa, echando raíces en América.
Blanca está rodeada de gente, pero a la vez estaba tan sola.


Ahora las gotas se desplazan por el rostro arrugado de Blanca la emoción la invade y cada vez es más fuerte el deseo de a ferrarse a sus seres queridos en la tierra y dejar ir a los que no están, aunque el viejo falta, ella decide a ferrarse a los que están acá.
Corren los chicos, los adultos conversan, y los adolescentes se distraen. Blanca sigue bajo si árbol con la yerba fría y la pava en el piso.
Finalmente la casa se vacía y Blanca nunca termina su libro de García Marquez.

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